Hoydt

Cuando me lancé en mi alocada carrera no sólo sorprendí a Dientes de Sable, que apenas alcanzó a ver una estela de color castaño que era mi cabello, sino que sorprendí también a mis amigos, quienes detuvieron sus cargas en mitad del movimiento. Sin embargo, cuando Mark vio que el mutante se volvía y extendía sus garras hacia mí, se inclinó hacia adelante y saltó, impulsándose con toda la fuerza que fue capaz de reunir, endureciendo los músculos de los hombros y el cuello, como si volviera a ser el quarterback que una vez fue. Saltó, decidido a coger por la cintura a Dientes de Sable y lanzarlo al suelo. Pero, en la práctica, aquello fue más difícil de lo esperado. A penas si consiguió que nuestro enemigo se desequilibrara lo suficiente para dar un paso adelante, y Mark, aturdido por el contundente golpe, cayó al suelo, aún sujetando la cintura del lobo.

Éste lanzó una carcajada al aire que sonó como el aullido de un coyote, y cogió al militar por el cuello, con una sola mano, alzándolo hasta tenerle frente a él.
-¿Quién coño te crees que eres, tullido? ¿Te crees que un humano como tú es lo bastante fuerte como para derribarme a mí?

Mark boqueó en su mano, tratando de liberarse de aquella presa mortal. Dientes de Sable sonrió, mientras veía que el muchacho ponía los ojos en blanco, incapaz de respirar, incapaz de pensar.
-¿Lo ves? No eres rival para mí.
-Él no, pero yo sí.

Y antes de que ninguno pudiera alzar la vista hacia aquella voz, algo negro y enorme cayó del techo sobre el mutante, quien soltó a Mark por la sorpresa. El militar se desplomó sobre el suelo, tratando de recuperar la respiración. Jadeó dolorosamente, y su vómito se extendió en un charco sobre el pavimento. Hoydt corrió a su lado, mientras Ethan salía apresuradamente de la habitación.
-¡La hostia! –Exclamó este último, cuando vio la escena que se desarrollaba en el pasillo.

Una masa antropomórfica negra y enorme se había lanzado sobre Dientes de Sable, que gruñía y lanzaba zarpazos bajo ella. Venom abrió su enorme boca para dejar salir una larga lengua mientras golpeaba al mutante en la cara con los puños. El hombre gruñó bajo él, y le clavó las afiladas uñas en el vientre. Sin embargo, la masa rodeó la mano del mutante, quien la apartó rápidamente, con un rugido de aprensión. A Ethan le pareció que Venom sonreía, pero era difícil de saber, pues su enorme boca siempre mostraba la misma desmesurada fila de dientes afilados. Finalmente, el simbionte cogió a Dientes de Sable por la garganta y lo levantó en el aire, apretando su cabeza contra la pared. La masa negra se retiró de la cara de Calibán mientras se volvía hacia sus amigos, que, incrédulos, se habían apostado en la puerta, y gritó.
-¡Joder, corred!

Mark no necesitó escuchar más para emprender una carrera hacia el lugar donde habían visto desaparecer a Juggernault. Ethan y Hoydt corrieron tras él, pero a causa del brazo dislocado, Hoydt comenzó a quedarse rezagado. Jadeaba, sosteniéndose el hombro y tratando de alcanzar a sus amigos. Sin embargo, el dolor se volvió tan profundo que a los pocos metros, habiendo perdido de vista ya a Dientes de Sable y a Calibán –o, mejor dicho, Venom- a su espalda, se detuvo y se apoyó contra una pared, jadeando.

El hombro le enviaba ráfagas de dolor que le doblaron por la mitad, y jadeó profundamente. A lo lejos, a ambos extremos del pasillo, escuchaba movimiento, gritos, ruido. Cerró los ojos, se secó el sudor de la frente echándose hacia atrás el flequillo, y retomó la marcha. Lo que no esperaba es que una puerta se abriera súbitamente frente a él. Hoydt frenó en seco, amparado por la misma puerta, que se había abierto hacia afuera, y abrió la boca en un grito mudo cuando vio a Bullseye echando un vistazo al final del pasillo, por el lugar por el que habían desaparecido sus amigos.

Hoydt recordó inmediatamente a Jay corriendo antes de que el villano pudiera reaccionar, y sin pensar, se decidió a imitarla. Corrió hacia Bullseye, que aún miraba hacia el lado contrario, y le embistió hasta hacerle caer al suelo. El hombre lanzó un grito de sorpresa e indignación, mientras Hoydt, trastabillando un poco, pasaba por encima de él y corría para ponerse a salvo en algún otro lugar. Si Bullseye se hacía con cualquier objeto y lo utilizaba como proyectil, estaba muerto.

Corrió, ignorando el dolor del hombro, hasta que divisó perfectamente la esquina que le pondría a salvo los segundos necesarios para buscar algún escondite. Casi la rozó con los dedos cuando de pronto escuchó un arma cargándose a su espalda. El hombre sólo tuvo el tiempo necesario de volverse rápidamente, para ver a Bullseye apretando el gatillo de su pistola. Lanzó un grito y se encogió, cubriéndose con el único brazo que podía mover. Ya está, pensó, estoy muerto.

Pero no sucedió nada. Ninguna bala entró en su anatomía. No sentía dolor alguno, salvo el del hombro maltrecho. Con el corazón en un puño, Hoydt se descubrió para ver la cara de perplejidad de su agresor. El tintineo metálico de la bala sobre el suelo le hizo darse cuenta de que el disparo no le había alcanzado. La bombilla del techo comenzó a titilar como loca, antes de estallar. Bullseye disparó de nuevo, y esta vez Hoydt no tuvo tiempo de cubrirse, así que vio perfectamente cómo la bala salía del cañón de la pistola y volaba hacia él para, súbitamente, detenerse y caer. Como si chocara contra algo. Como si hubiese una barrera entre Bullseye y él.
-¿Qué eres tú? –Preguntó el supervillano, más divertido que molesto.

Hoydt no tuvo tiempo de responder, pues un simbionte negro enorme apareció al final del pasillo. Bullseye se volvió contra él y vació todo su cargador, pero Venom no se detuvo y apresó al villano envolviendo todo su ser con sus sombras viscosas. Hoydt, aun sin saber qué estaba pasando, se volvió y continuó corriendo.
A los pocos minutos encontró a sus amigos al final de un pasillo. Estaban de espaldas a él, paralizados ante la visión de María Tifoidea, quien los miraba de hito en hito. Llevaba la mitad derecha de la cara maquillada de blanco, y un machete ensangrentado en una mano. Cuando Hoydt irrumpió en el pasillo, ella le dirigió otra mirada atónita, y Mark, aprovechando la distracción se lanzó hacia ella como había hecho antes con Dientes de Sable. La mujer soltó un chillido de sorpresa cuando se vio de pronto arrojada por los aires, hasta que su cabeza chocó contra el muro y perdió el conocimiento. Ethan se volvió hacia su primo y le instigó a continuar corriendo.

Los tres juntos siguieron el rastro de destrucción que había dejado Juggernault en su frenética persecución por la residencia, hasta encontrar finalmente las escaleras que llevaban al sótano. Estaban casi rotas, el pasamanos se había desprendido en su totalidad, y al final de las mismas se escuchaba farfullar aún al enorme villano, luchando por ponerse en pie. Otra voz masculina le acompañaba, aunque no distinguieron quién era. Mark, preocupado, lanzó una mirada por encima del hombro. Calibán había desaparecido, y ya no se escuchaba ningún sonido más al final del pasillo.

Sin embargo, un pitido ensordecedor comenzó a retumbar por todas partes, sacándoles una exclamación de sorpresa. Era la alarma anti incendios. Se dirigieron entre ellos una mirada de auténtico pánico. Acababan de alertar a absolutamente todos los criminales que vivieran entre los muros de aquel lugar de que había cinco intrusos recorriendo aquellos pasillos. Ahora sí que no tendrían escapatoria alguna. A no ser que cruzaran el portal. Pero Juggernault estaba al final de la escalera, junto con alguien más. Las demás huestes de Doom no tardarían en encontrarles. Estaban acorralados.

Pero cuando la desesperación empezaba a hacer presa en ellos, Ethan apreció un movimiento al final de la escalera y de un gesto veloz asió a Mark y a su primo del brazo, y les arrastró con fuerza unos cuantos metros, ocultándoles tras una gruesa columna que decoraba el pasillo. Les dirigió una mirada amenazadora antes de ponerse un dedo sobre los labios, antes de que ninguno pudiera proferir algún sonido interrogatorio. Inquietos, se asomaron por los lados de la columna para observar cómo, no sin cierta dificultad, Juggernault ascendía por las escaleras seguido de Scorpion, quien embutía sus músculos en un traje de lycra verde brillante. Su cola era larguísima, enroscada hacia arriba, cuyo peligroso extremo se mecía sobre su cabeza, acompañando sus andares por un movimiento oscilante. Ambos mostraban una evidente cara de fastidio ante el sonido agudo de la alarma, y el mismo Scorpion se cubría los oídos con las manos.
-¿Qué le vamos a decir a Doom? –Preguntó.
-Nada, le diremos que ha escapado –respondió Juggernault, mirando por encima del hombro hacia el sótano que acababa de abandonar.
-¿Y si encuentra a los héroes? ¿Y si los trae? –Insistió Scorpion.
-No hemos sido capaces de encontrarles nosotros, ¿y una niñata de otro mundo lo logrará? Esa cría está perdida. ¡Joder, que apaguen la puta alarma!

Ambos se perdieron al final del pasillo, y Mark, sin perder un instante, corrió hacia la entrada del sótano. Lo había oído: su amiga Jay había conseguido cruzar el portal. El portal que le llevaría al universo Marvel estaba allá abajo. Sin preocuparle que sus amigos le siguieran, bajó las escaleras de tres en tres, derrapando con algún escalón roto, y abrió la puerta de un empujón. Como había hecho Jay momentos antes, tanteó en busca del interruptor de la luz. Sin embargo, la búsqueda fue en vano pues de pronto se vio levemente iluminado por un fulgor blanco que escapaba de las rendijas de una de las puertas del sótano, de uno de los armarios. Ahora lentamente, Mark avanzó hacia ella, extendiendo frente a él su mano sana, hasta asir el pomo y estirar de él. Después, cerró los ojos y saltó.